Thursday, October 8, 2009

Los Filos del Deseo.

La daga del deseo abre la carne;
un filo hiere al placer,
el otro desgarra el dolor.



POEMAS GOZOSOS

I

Tu piel de luz
escurre entre mis dedos,
cauda que hiere el infinito.
Tu lado oscuro
enciende mis deseos.
Cada vez
que me estrechan
tus brazos de luna,
mis labios siembran
constelaciones en tu pecho.




II


Me gusta navegar
en la claridad de tus ojos,
justo en el instante
en que estalla la noche.

Buscar el oriente
de tu sexo,
herir las llanuras
argentadas
donde gotea el temblor
de mis besos,
ahí donde se funden
tu deseo y el mío.

Seguir el viento
que bordea,
los blancos arrecifes
de tus senos
y alcanzar entre tus muslos
ese lugar preciso
donde rompe la ola.




III


La noche de mi habitación
se inunda
del color de tu luz.
El silencio muerde el aire,
la piel se estremece,
las lenguas arremeten
en húmeda esgrima.
Deambulan
necios mis dedos
en el calor de tu carne.
El lecho florece
de suspiros
y tus labios
devoran los míos,
mientras tu abrazo
amanece.




IV


De noche espero,
que la marejada
me cubra con tu aliento,
que me arrastren
las corrientes marinas
de tu sexo,
que los vientos alisios
tensen las velas de mi carne,
que la luna carmesí
roce tu vientre con su brillo,
que mis besos dejen,
huellas de espuma
en las olas de tu piel,
que el vuelo
de un albatros ciego,
descienda en los corales
de tu pecho,
que el temblor de tus labios,
cimbre el litoral
rocoso de mi cuerpo.
De noche espero,
de noche,
de noche.





V


Eres noche que sacia
mis dolientes apetitos,
lienzo de piel
mojado de saliva,
fragmento de cielo vivo
roce incandescente
que fluye en mis entrañas,
poros infinitos
de ávidos deseos,
murmullo
de labios doloridos,
abismo que escalo
con mis besos,
suave,
tibia herida
que abriga
las ansias de mi sexo.





VI


Mis besos rojos navegan
el marfilado temblor de tu cuerpo,
hambrientos se sacian
con el marino sabor de tu seno
y acarician
tus muslos de sándalo.

Mis besos rojos plantan
murmullos en tu cuello,
sus raíces se extienden,
penetran,
tu deseo.

Mis besos rojos,
muerden tus besos
que me muerden
y beben tu saliva
acanelada.

Mis besos,
mariposa exhausta,
liban
la miel de tu sexo.




POEMAS DOLOROSOS








VII


Como luz negra,
líquida la rabia
muerde las entrañas,
mis manos arden
temblorosas de ausencia,
urgidas del sabor de tu piel,
ansiosas de hallar
entre las sombras,
el latir de tu sexo
y el aire devora
el grito adolorido,
la caricia incierta,
mi deseo en llamas.




VIII


Mis labios buscan
en la noche
tu olor marino,
hurgan en las sombras
los recuerdos de tu sexo,
se deslizan en el aire
y besan
el lugar imaginario
donde estuvo
el contorno de tu seno.

Mis manos buscan
el temblor de tu cuerpo
y sólo atrapan
el bruñido vacío,
soledad incandescente
de piel en llamas
que consume mi deseo.





IX


Por qué las horas
permanecen eternas,
irremediablemente
atrapadas,
cual fragmentos de tiempo
habitando mi alcoba,
mientras tu ausencia
se torna dura,
violentamente rasposa
y desciende la garganta,
zarpa fría
que hiende la carne
y se enquista,
en esos lugares
donde me dueles,
nostalgia moribunda
que resuena aterida
en mi sexo enfebrecido.




X


La nostalgia anida
absorta en los escombros,
brutalmente
se retuerce,
avanza,
toca ese recuerdo de ti
que sangra mis entrañas,
se adhiere a la piel,
la inunda.

La nostalgia duele,
de aromas perdidos
en mi lecho,
llaga las manos
con vacío
y su estruendo
reprime,
el pulso incesante
de mi sexo.






XI


Astillas de uñas
encarnan los muros,
muros que retienen soledades,
soledades de vómito amarillo,
amarillo de noche interrumpida,
noche asediada de recuerdos,
recuerdos diamantados con tu nombre,
tu nombre, mancha de sangre,
sangre humedeciéndome los dedos,
dedos que añoran
la desnudez de tu vientre.





XII


El corazón yace arrinconado.
Mis labios recorren
la línea imaginaria de tu cuerpo,
buscan sorprendidos
el rastro de tu sexo.

Las manos abrazan
el ardiente vacío
y caen marchitas
mis caricias,
en la nostalgia de tu pelo.

Mi angustia
se convierte en grito,
el deseo se revuelve,
forcejea,
alevoso hunde su filo
y renace implacable
el dolor embravecido.


RALO

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